Ocho de marzo: reivindicando los derechos de las mujeres
Cristina Bandrés Moro. Presidenta de la Coordinadora de ONGD
¿Por qué tiene sentido celebrar un día como el 8 de marzo? ¿Por qué tiene sentido, si hablamos de derechos humanos, reivindicar de forma diferenciada los de las mujeres?
Por una cuestión de equidad, de equidad entendida como el valor humano que busca implementar justicia e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, garantizando el acceso de todas las personas a sus derechos, así como el uso de los bienes y servicios de la comunidad. Para ello es necesario tratar la realidad de manera diferenciada, compensando las situaciones de desigualdad que provocan que la mitad de la humanidad, por el hecho de ser mujeres, tenga un mayor riesgo de ver vulnerados sus derechos humanos.
Los datos nos muestran que cada día las mujeres de todos los países del mundo sufren desigualdad y discriminación. Se enfrentan a situaciones de violencia, abusos y un trato desigual tanto en su hogar, como en su entorno de trabajo y sus comunidades solo por el hecho de ser mujeres. También se les niegan oportunidades para aprender, obtener ingresos, hacer oír su voz y liderar:
• La Organización Mundial de la Salud estima que el 35% de las mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual por parte de un compañero sentimental o violencia sexual por parte de otra persona distinta a su compañero sentimental (estas cifras no incluyen el acoso sexual) en algún momento de sus vidas. Sin embargo, algunos estudios nacionales demuestran que hasta el 70% de las mujeres ha experimentado violencia física y/o sexual por parte de un compañero sentimental durante su vida.
• Según Naciones Unidas, las mujeres realizan hasta dos veces y media más trabajo de cuidados no remunerados. Este trabajo sostiene la economía y representa entre un 10 y un 39% del PIB
• El informe mundial sobre salarios de la OIT constata que, a escala mundial, las mujeres siguen percibiendo un salario aproximadamente un 20% inferior al de los hombres.
• ONU Mujeres señala que solo un 24,3 % de los parlamentarios nacionales eran mujeres en febrero de 2019. En junio de ese mismo año 11 mujeres eran Jefas de Estado y 12 Jefas de Gobierno.
• Según los datos del año 2018 de la UNESCO, casi dos terceras partes de los 775 millones de personas adultas no alfabetizadas son mujeres. Unicef denuncia que existen 131 millones de niñas en todo el mundo que no van a la escuela. Una joven de cada tres, entre 15 y 29 años no trabaja ni recibe cursos de educación o capacitación.
Los datos nos muestras que sobran las razones para exigir, en todas las partes del mundo, que se cumplan los derechos humanos de las mujeres, empezando por el primero de ellos que señala que todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos.
La llamada cuarta ola de los movimientos feministas refleja que la lucha feminista actual es global, heterogénea e intergeneracional. Desde el punto de vista de la cooperación al desarrollo, es importante poner el acento en la pluralidad de feminismos, porque en cada comunidad, en cada entorno, en cada cultura, es necesario articular respuestas feministas locales, que generen igualdad, desde el respeto de los ritmos y necesidades concretas de las personas.
Y al mismo tiempo, es necesario poner en evidencia que nuestro sistema socioeconómico global se aprovecha de los paradigmas culturales y valores patriarcales que justifican la desigualdad de género, para perpetuar un modelo de desarrollo que consiente que una parte importante de la población mundial, con un alto porcentaje de mujeres, se quede atrás. Y es que la desigualdad de género es causa y consecuencia estructural de la pobreza.
Estamos viviendo un momento histórico respecto a los derechos de las mujeres, pero también un momento con graves amenazas en el horizonte. El auge de los fundamentalismos, el cierre de espacios democráticos, la misoginia estructural y los grupos anti-derechos, ponen en riesgo los logros alcanzados. Por este motivo, es clave dar una respuesta global-local, basada en derechos y en alianza con el movimiento de mujeres y feminista. Más mujeres, más organizadas y con más capacidad para exigir sus derechos, construyen sociedades más justas.